Wednesday, October 30, 2019

MENSAJE ENVENEDADO

El presidente electo de Argentina le lanza un mensaje envenenado a Nicolás Maduro

Martes 29 de octubre de 2019
Alberto Fernández ha marcado distancia con Cristina Fernández de Kirchner / Twitter: @alferdz
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Daniel Gómez (ALN).- “Gracias Nicolás Maduro por sus felicitaciones. América Latina debe trabajar unida para superar la pobreza y desigualdad que padece. La plena vigencia de la democracia es el camino para lograrlo”. ¿Qué quiso decir Alberto Fernández con este último mensaje a Nicolás Maduro? ¿Acaso es una advertencia?



Por Daniel Gómez

Nicolás Maduro se apresuró a felicitar al peronista Alberto Fernández por el triunfo en las presidenciales de Argentina este domingo.

Es lógico. Maduro ve esta victoria como un balón de oxígeno, ya que el todavía mandatario, Mauricio Macri, ha sido un firme crítico contra su régimen y Argentina es, pese a la crisis, toda una potencia económica y política en la región. Maduro también tiene en cuenta que la vicepresidenta de Alberto Fernández es una vieja amiga del chavismo, Cristina Fernández de Kirchner.

Por desgracia para Maduro, parece que las cosas no volverán a ser como antes.

“¡Felicitaciones al heroico pueblo argentino! En un ejercicio histórico democrático, han derrotado al neoliberalismo del FMI. La contundente victoria de Alberto Fernández y Cristina Kirchner abre el horizonte de esperanza hacia un futuro mejor para la Argentina. ¡Un abrazo Alberto y Cristina!”, les felicitó Maduro en Twitter.

Entonces Alberto Fernández contestó:

“Gracias Nicolás Maduro por sus felicitaciones. América Latina debe trabajar unida para superar la pobreza y desigualdad que padece. La plena vigencia de la democracia es el camino para lograrlo”.

La respuesta de Fernández no es sólo una muestra de gratitud. También es un mensaje envenenado. Y es que “la plena vigencia de la democracia” en la Venezuela de Maduro es algo que el peronista ha puesto en duda en más de una ocasión.

- En campaña Alberto Fernández definió al gobierno de Maduro como “un gobierno autoritario”.

- También dijo que Maduro cometió abusos en el poder.

- Eso sí, niega que sea una dictadura.

- Lo niega porque, dice, “tiene un origen democrático”.

“Las dictaduras suelen tener un origen no democrático, y no es el caso de Venezuela. Pero muchas veces las democracias, por abuso de quien gobierna, se convierten en autoritarismos, que es lo que yo digo que ocurre en Venezuela”, declaró en agosto Fernández al programa La Cornisa.

No hay que olvidar que a Nicolás Maduro le sentaron mal estas declaraciones. En entrevista en La Folha de Sao Paulo le preguntaron específicamente por lo que dijo Alberto Fernández sobre su régimen y el mandatario venezolano se enfureció:

“Quien lo diga, donde lo diga, es estúpido. Venezuela es respetada. Venezuela es una democracia sólida. En un momento en que Venezuela sufre su mayor acoso, atacarla desde la izquierda, el centroizquierda, es cobardía contra un pueblo noble que ha resistido y continuará resistiendo y ganará con votos”.

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Alberto Fernández asumirá la Presidencia el 10 de diciembre. Ya está normalizando las relaciones con Macri, convulsas tras una dura campaña. La prueba es que el lunes se reunieron en la Casa Rosada para armar la transición. Y esto es un gesto simbólico en Argentina ya que Cristina Kirchner se negó a ‘entregar’ el poder a Macri en 2015.

Cuando Cristina Kirchner anunció que se presentaría a las elecciones como vicepresidenta de Alberto Fernández se dijo que este sería una marioneta del kirchnerismo, movimiento que gobernó Argentina por 12 años con el firme apoyo del chavismo. Pero como advirtieron los analistas al diario ALnavío, Alberto Fernández no se dejará manipular.

“Las dictaduras suelen tener un origen no democrático, y no es el caso de Venezuela. Pero muchas veces las democracias, por abuso de quien gobierna, se convierten en autoritarismos, que es lo que yo digo que ocurre en Venezuela”, declaró en agosto Fernández al programa La Cornisa.

Una prueba de lo anterior es que Alberto Fernández tiene agenda propia. El diario El Perfil de Argentina revela que la semana que viene se reunirá con Andrés Manuel López Obrador en México para tejer alianzas con la izquierda de Latinoamérica. Será su primer viaje como presidente electo. Y es simbólico que no lo haga a Brasil, tradicional socio de Argentina. Lógico por otra parte cuando el presidente Jair Bolsonaro se ha negado a reconocer a Alberto Fernández acusando a los argentinos de haber votado mal.

Se sabe que México en lo referente a Venezuela se define como “neutral”. Y todo apunta a que Alberto Fernández asumirá una posición similar. Uruguay también defiende esta línea.

Sin embargo, la neutralidad de México no ha librado a López Obrador de criticar a Maduro. En julio, luego de que se conociera la muerte del capitán Rafael Acosta Arévalo en Venezuela tras ser torturado, el gobierno mexicano se mostró preocupado por la muerte del militar, por la crisis de Venezuela, por el estado de los derechos humanos y, además, preocupado por la situación que viven los diputados de la Asamblea Nacional:

“El gobierno de México reitera su preocupación por la situación de los derechos humanos y del debido proceso que se vive en Venezuela, así como de la inmunidad parlamentaria de los integrantes de la Asamblea Nacional”, expresó en un comunicado.

¿Acaso un país que no respeta a sus diputados tiene “una democracia plena”, como dijo Alberto Fernández? No.

PRIMAVERA LATINOAMERICANA

¿Será posible un efecto contagio en Venezuela de las protestas de Ecuador y Chile?

Viernes 25 de octubre de 2019
En Venezuela hay más razones para protestar que en Chile y Ecuador / Foto: @FFAAEcuador
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Pedro Benítez (ALN).- Los dos principales herederos del régimen chavista están contentos por las protestas en Chile y Ecuador. Tienen algo más que un respiro. Pero ellos saben que las cosas no han salido como las planearon. También están sorprendidos y temerosos del efecto contagio que no se detiene en regímenes de izquierda o de derecha. El segundo a bordo del régimen chavista, Diosdado Cabello, transmite euforia en sus intervenciones públicas. Desde su punto de vista no es para menos. La ola de protestas primero en Ecuador y luego en Chile lo tiene en regocijo. Nicolás Maduro por su parte está satisfecho pero es más prudente.



Por Pedro Benítez

Diosdado Cabello y Nicolás Maduro esperan culminar una buena semana con resultados electorales que les sean favorables en Argentina. Preveían que a estas alturas Gustavo Petro, su aliado en Colombia, consiguiera encender la pradera. Calculaban que la movilización del Partido de los Trabajadores (PT) y los comunistas exigiendo la libertad del expresidente Lula Da Silva tuvieran en jaque a Jair Bolsonaro en Brasil. Y no se esperaban los resultados electorales en Bolivia ni las consiguientes protestas.

Las cosas nunca resultan como se planifican y suelen tener giros inesperados. Los dos saben (en particular Maduro) que en la realidad son parte del cordón de seguridad de la dictadura comunista cubana. Porque para eso sirven Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Mientras el mundo los mire a ellos no se ocuparán de Cuba. Por lo tanto, si las circunstancias cambian los cubanos no van a soltar una lágrima por ellos.

A Maduro y Cabello les caen muy bien las dificultades recientes de Sebastián Piñera y Lenín Moreno, presidentes que se cuentan entre sus más severos críticos. Pero al mismo tiempo le temen al efecto contagio de esas protestas. Los dos saben que en Venezuela hay más razones para protestar que en Chile y en Ecuador. Porque en Venezuela hay hambre generalizada y en Chile no. Porque en Venezuela hay hiperinflación y en Ecuador, donde el dólar es la moneda de circulación oficial, no.

A los dos les caen muy bien las dificultades recientes de Sebastián Piñera y Lenín Moreno, presidentes que se cuentan entre sus más severos críticos. Pero al mismo tiempo le temen al efecto contagio de esas protestas. Los dos saben que en Venezuela hay más razones para protestar que en Chile y en Ecuador. Porque en Venezuela hay hambre generalizada y en Chile no. Porque en Venezuela hay hiperinflación y en Ecuador, donde el dólar es la moneda de circulación oficial, no.

Los dos cuentan con el mayor aparato de represión estatal de toda Latinoamérica. Una Dirección General de Contra Inteligencia Militar (DGCIM) para vigilar y reprimir el descontento militar. Un Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) para espiar y hostigar a los políticos opositores. Unas Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) encargadas de aplicar terrorismo de Estado en los barrios más pobres del país. Y una Guardia Nacional (GNB) en la retaguardia esperando por si hay protestas de calle. También disponen de colectivos armados en las ciudades y grupos guerrilleros en las áreas rurales como complementos de disuasión.

Pero los dos saben que entre esos funcionarios civiles y militares también cunde el descontento, la necesidad, el hambre, la desmoralización y la corrupción. Por eso le temen a las protestas. Son conscientes de que en cualquier giro inesperado esos mismos policías y militares, que como todos los demás venezolanos esperan una mejoría económica que no termina de llegar, se pueden sumar a la protesta popular.

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Están al corriente de lo endeble del régimen que manejan. Una coalición de grupos mafiosos que se reparten minas, aduanas, territorios, pedazos del Estado, puertos, aduanas, aeropuertos y negocios. Una coalición a la que no une ningún fervor ideológico sino el dinero, el miedo entre ellos y el odio común a los opositores. Donde todos desconfían de todos. Todos conspiran contra todos y se tienen facturas mutuas por cobrar.

Por eso esta semana las calles de Caracas amanecieron con fuerte presencia de guardias nacionales. Sólo bastó que el gremio de maestros y profesores de todas las dependencias del Ministerio de Educación llamara a manifestarse.

Fue la razón por la cual el dirigente opositor de Petare (una de las zonas más populosas del área metropolitana de Caracas) Edmundo Pipo Rada fuera ajusticiado por las FAES, según denuncia hecha por su partido Voluntad Popular (VP) y que ningún funcionario del régimen de Maduro se ha tomado la molestia de desmentir. La razón es clara: Rada era activista de una zona popular donde Juan Guaidó ha tenido en las últimas semanas un recibimiento clamoroso.

Maduro y Cabello no pueden permitir eso. No pueden dejar que la oposición “entre” en los barrios pobres. La misma debe quedar circunscrita a las tradicionales zonas de clase media que en la interpretación de la realidad chavista son inofensivas. El asesinato de Rada fue un mensaje.Maduro y Cabello no se esperaban las protestas en Bolivia / Foto: PSUV

Es la lógica por la cual cuando Guaidó llama a una movilización en solidaridad con el estado Zulia, uno de los más castigados por los cortes eléctricos, la inseguridad, el hambre y la represión, Diosdado Cabello hace acto de presencia en Maracaibo, su capital. Ante una urbe sometida a un brutal racionamiento eléctrico y donde ha sido destruido casi cualquier vestigio de vida civilizada la promesa de Cabello es adelantar las fiestas navideñas. Así, por decreto. Que la gente olvide sus problemas y ni se le ocurra protestar.

No obstante, y para prevenir, Maduro, al mismo tiempo que condena la represión en Chile y se congratula por las protestas reclamando su autoría, advierte que en Venezuela no las va a aceptar y se prepara para reprimirlas.

Al Foro de Sao Paulo le dijo que: “…el plan va en pleno desarrollo, victorioso. Todas las metas que nos hemos propuesto en el Foro las estamos cumpliendo una por una”. Miente, como en tantas otras cosas. Sucesos como los de Chile le han sorprendido. Ni él ni nadie se los esperaban. Eso es precisamente lo que a él y a su socio (y rival) Cabello les preocupa, lo inesperado.

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Si el plan se fuera cumpliendo ya Lenín Moreno estaría fuera de la Presidencia de Ecuador, e Iván Duque de la de Colombia. Nicolás Maduro y Diosdado Cabello temen que lo que apenas es una brisita se vuelva un huracán, pero en contra de ellos.

Paralelamente, la reciente convulsión latinoamericana es una advertencia para la oposición venezolana que encabeza Juan Guaidó. Todos los países tienen sus propios problemas y esperar un cambio en Venezuela principalmente por presión externa es un error. Tiene que repensar la estrategia, que muy probablemente vaya por lo que está haciendo precisamente hoy la izquierda latinoamericana: capitalizar el descontento interno. Por supuesto, con la importante diferencia del contexto que impone una implacable dictadura.